Cuesta encontrar un tópico en el que la dinámica y la evolución sean tan frenéticas como lo son en la tecnología. Y es ese constante desarrollo el que ha abierto el próximo gran desafío global: el 5G. La quinta generación de telecomunicaciones avanza cada vez más y sus beneficios no son pocos: es más de 100 veces veloz que el 4G, posee una latencia (tiempo de respuesta) menor a un milisegundo y soporta hasta un millón de dispositivos conectados por km2, lo que la vuelve casi imposible de saturar.

No obstante, sus alcances son mucho mayores. El 5G significará el cambio definitivo a la hiperconectividad: nucleará el internet de los teléfonos, electrodomésticos, automóviles, sistemas bancarios y empresas. En ese grupo entran, por supuesto, las plataformas gubernamentales y los servicios de inteligencia, una de las causas de la “guerra tecnológica” que vive el planeta actualmente. Por ejemplo, Telefónica se asoció en Europa con Banco Santander para desplegar toda su red.

En Argentina, el 5G apenas está dando sus primeros pasos. Telecom (a través de Personal) instaló el año pasado 10 antenas de prueba: 5 están en Buenos Aires (desarrolladas con Huawei) y 5 en Rosario (desarrolladas con Nokia). Y hace apenas tres semanas, se iniciaron las primeras pruebas oficiales en el país de los 3 gigantes mundiales en el rubro: Huawei (China), Ericcson (Suecia) y Nokia (Finlandia).

La inclinación por una u otra empresa puede marcar el futuro de las relaciones internacionales. Estados Unidos presiona para que no sea Huawei la encargada de instalar toda la red, empresa a la que prohibió en su propio país. De hecho, dos diplomáticos norteamericanos estuvieron en Buenos Aires la semana pasada para tratar ese tema. De hecho Trump creó en 2018 una oficina que busca, con pesadas inversiones, contrarrestar la influencia china en el mundo.

Desde el Gobierno hay cautela, puesto que apenas está arrancando el sistema. Sin embargo, la decisión en el futuro no solo puede marcar “para cuál bando jugar”, sino también – muy en el fondo – decidir qué lado sea el que esté espiando.

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